«La música es para mí como una bien amada embrujada».
Paul Klee
Paul Klee nació y creció rodeado de música. Su padre fue profesor de música, su madre estudió canto en el conservatorio y él mismo comenzó sus estudios de violín con 7 años, llegando a ser músico de la Orquesta Municipal de Berna.
A lo largo de toda su vida interpretó obras de Mozart, Bach, Beethoven y Offenbach acompañado por su mujer, la pianista Lily Stumpf, y algunos amigos.
La música está presente en su producción plástica, a veces como estética figurativo-narrativa, otras como sonido pictórico abstracto. Al igual que Kupka y Kandinsky, Klee buscó la estructuración de elementos de la música para aplicarla a sus obras y llegar a la abstracción. Ninguno de ellos, sin embargo, estudió tan concienzudamente las estructuras del lenguaje musical como el propio Klee, buscando el sistema que le permitiera codificar la expresión plástica del modo en el que se organiza la musical. Su investigación le permitió afirmar que «el espacio es él mismo una noción temporal», en consecuencia, la música pasaría a ser una manifestación artística del espacio y las artes visuales lo serían del tiempo.
Klee, como Kandinsky, está interesado por el dibujo infantil como expresión del pensamiento en forma de imágenes, totalmente al margen del concepto. Su actividad artística estará orientada a conseguir la comunicación de la imagen en estado puro, sin transformarla en una copia de sí misma. Busca la expresión de la imagen subjetiva mental inicial antes de ser filtrada a través del tamiz del pensamiento.
Con el espacio plástico convertido en tiempo y la imagen concebida como sustancia mental, la obra de Paul Klee se nutre de los siguientes principios:
- Racionalidad/Irracionalidad
Klee integra elementos opuestos desde un punto de vista racional para proteger la subjetividad de la imagen primigenia, dotándola de un toque de objetividad que la prepare para la comunicación intersubjetiva entre el artista que emite el mensaje y el espectador que lo recibe. Análisis de las ciencias exactas con la intuición, apariencia e interior de las cosas, objeto humanizado y sujeto objetualizado, movimiento y estatismo, lo físico y lo ideal … conviven elaborando el tejido expresivo de la obra.
- Misticismo
Klee concibe la pintura como una forma de meditación interior. Utilizó los formatos pequeños para asumir la creación plástica como algo humilde, espiritual, onírico, candoroso. Supo encontrar lo grandioso sin caer en la estridencia o la ostentación.
En «Confesión creadora», el propio artista afirma:
«Partiendo de elementos formales y abstractos y pasando por su conjunción en seres concretos o en cosas abstractas, con números y letras, se llega finalmente a crear un cosmos formal, el cual muestra tal semejanza con la gran Creación que basta un solo soplo para realizar la expresión de lo religioso, la religión misma.»
- Figuración/Abstracción
Aunque la obra de Klee se mueve entre la abstracción y la figuración no se rige por la poética de la ambigüedad. A Klee le basta un punto en el que apoyarse para dar una consistencia física a la imagen mental sin alterar su riqueza subjetiva. Emplea, como buen maestro, todas las técnicas a su alcance y hace lo propio con los elementos expresivos que le resulten útiles. No desdeña la apariencia, la considera insuficiente por lo que debe ser investigada para ser superada y ampliada. «El objeto se amplía hacia su interior, por encima de sus apariencias, a través de su conocimiento», afirmaba en una de sus exposiciones en la Bauhaus. Por otra parte, cuanto más valor se les asigne a los elementos formales y al grafismo puro en los que se asienta la representación gráfica, más nos adentraremos en la abstracción. Según palabras del propio Klee: «El arte no reproduce lo visible, sino que hace que algo sea visible».
- La conducta de los objetos y la objetualidad del sujeto
Como docente de la Bauhaus, Klee orientó su enseñanza a proyectar casas, muebles, objetos capaces de insertarse en la vida social, teniendo en cuenta el espacio real de la existencia. En su obra pictórica, Los objetos también están dotados de este carácter de acontecimiento. Al modo de Heidegger, las cosas son un «sucediendo», un espacio de encuentro de diversos caminos.
El sujeto también está incluido en este lugar donde los caminos se entrelazan. Los ritmos de la actividad humana quedan registrados en el espacio en el que se desenvuelven. El sujeto forma parte, junto con el objeto, de esta malla que los interrelaciona entre sí y con el resto de la existencia.
Kandinsky logró convertir el campo caótico en espacio organizado. Klee va más allá transformando el espacio de Kandinsky en período de tiempo. Consigue convertir cada obra plástica en un fenómeno, en un acontecimiento que, enmarcado en un fragmento de espacio, posee un antes, un durante y un después. Este suceso, surgido de la traslación de la imagen mental, pura y subjetiva, sorprende al espectador, convirtiéndose en una cuestión abierta susceptible de tener múltiples interpretaciones. Cada uno encontrará la suya y, al hacerlo (y esto es lo grandioso de la obra de Klee), esa imagen primigenia, paradigma de la subjetividad, alcanzará cierta objetividad sin dejar de ser profundamente subjetiva. Cuanto más íntima resulta, más capacidad posee de empatizar con el que la percibe.
Bibliografía:
Argán, Giulio Carlo. «El arte moderno 1770-1970». 1991. Akal.
Ingold, Tim. «Bringing Things to Life: Creative entanglements in a world of materials»
Heidegger, Martin. «Arte y poesía». Fondo de Cultura Económica. México. 2006.