La repetición como recurso narrativo y expresivo en la imagen audiovisual (I)

«En el tiempo del mundo nada se repite, mientras que en el tiempo de la libertad está todo por retomar.»

Søren Aabye Kierkegaard

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La vida se nutre de momentos susceptibles de conducirnos a diferentes estadios que se agrupan para constituir etapas. Como si de hilos vitales se tratara, estos fragmentos poseen la capacidad de enlazarse entre sí, tejiendo los sucesos plenos, mediocres o vacíos que forman el tapiz de la existencia.

Cada etapa viene definida por un número de estadios intermedios que van marcando la progresión de los sucesos y vivencias. Su importancia es fundamental, ya que el paso de cada estadio al siguiente no puede darse sin una toma de decisiones en la que se desechan unas posibilidades y se eligen otras. Por ello, el sentido interno de los estadios vitales es la elección de distintos estilos de existencia.

Esta capacidad de decisión, expresión patente de la libertad individual, se pone de manifiesto en un acto puntual que sucede cada vez que se nos presentan diferentes opciones. La insistencia cíclica con la que hacemos uso del libre albedrío, convierte cada momento decisivo en un fotograma integrado en una secuencia con vocación de «déjà vu». Según parece, la libertad individual surge de la repetición.

La reiteración debería garantizar el acierto en la toma de decisiones, ya que la reincidencia de las circunstancias que confluyen avala el aprendizaje. Sin embargo, hay una variable en la existencia que no se deja mediatizar por el pensamiento racional. Es impredecible y, como tal, depende del pulso vivo de la experiencia. Se trata de la paradoja. Podría definirse como un elemento entrópico que convierte lo esperable en sorprendente. Lleva el instante decisivo a un nivel errático y lo dota del acierto absurdo de las elecciones intuitivas.

La repetición en la imagen audiovisual

El tejido temporal de la experiencia vital impide viajar hacia el pasado y comprobar qué ocurriría si hubiéramos optado por las posibilidades que descartamos en su momento. Esta alternativa, inviable en la vida tal y como la conocemos ahora, es factible a través del lenguaje audiovisual. En la imagen audiovisual, el discurso temporal es un elemento expresivo y narrativo como la música o la fotografía. No se desarrolla con linealidad. Puede retroceder, avanzar, fragmentarse y reordenarse con el fin de que la historia envuelva al espectador y lo introduzca en el argumento. Cuando se altera la linealidad, son necesarios unos «puntos de anclaje» que permitan al observador enganchar unos fragmentos con otros que, aunque en la narración visual no sean contiguos por motivos expresivos, si son correlativos lógicamente. Estos nexos esenciales se basan en la repetición de algún plano, circunstancia, elemento o personaje, capaces de articular expresiva y argumentalmente la historia.

La duplicidad o la pérdida de la identidad. Moon. The prestige. Cómo ser John Malkovich. Matrix. Carretera perdida.

La identidad radica en la conciencia que tiene cada individuo de ser él mismo, de esa unicidad que lo diferencia de los demás. En el instante que ese individuo se reconoce en otro igual a él, deja de ser único. La identidad que le definía se disuelve y la repetición actúa como una exigencia que obliga al yo a recuperar la personalidad de la que ha sido desposeído.

En «Moon» el protagonista se descubre como un mero engranaje de la explotación minera en la que trabaja. Hay más «como él», listos para comenzar a funcionar cuando se agote su vida útil.
La duplicidad actúa como reflejo de una realidad oculta, que propicia la toma de conciencia del propio ser por parte del protagonista. Le obliga a rebelarse para recuperar la familia, la libertad y la identidad que le pertenecieron en otro cuerpo, otro lugar y otro tiempo.

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Fotogramas de «Moon» dirigida por Duncan Jones.

Ese instante en el que el público, incrédulo y acomodado en su butaca, se rinde sorprendido cuando lo imposible ocurre en el escenario ante sus ojos, es el que persiguen Robert Angier y Alfred Borden, los ilusionistas de «The Prestige».
En pos de este objetivo rivalizan entre sí hasta la realización de un número de magia que les «confiere» el don de la ubicuidad. La repetición se manifiesta como duplicidad que posibilita la teletransportación del ser humano como ilusión y también como paradoja científica hasta sus últimas consecuencias. La duplicidad es un modo de cambiar de existencia, desvistiéndose de la identidad anterior para seguir nuevos caminos o para intentar escapar de un destino no deseado.

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Fotogramas de «The Prestige» dirigida por Christopher Nolan.

Los personajes de «Cómo ser John Malkovich» encuentran la solución a una vida mediocre, monótona y asfixiante accediendo al cerebro del popular actor para dejar de ser ellos mismos.
El resultado es un John Malkovich, habitado por una serie de desquiciados personajes, que ofrece diferentes versiones de sí mismo en función de quien controle su cabeza en ese momento. La multiplicidad de personalidades se traduce visualmente en la imagen de Malkovich adpatándose a cada una de ellas. Aunque siempre es él mismo, la manipulación de la que es objeto le obliga a reinventarse en cada momento.

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Cartel y fotograma de «Cómo ser John Malkovich» dirigida por Spike Jonze.

La repetición de un fragmento de existencia en la vida cotidiana puede indicar una secuencia rítmica, una llamada de atención o bien una anomalía, el mal funcionamiento de algo. En Matrix, la repetición acompañada de una sensación de déjà vu, indica una modificación de los parámetros conocidos que acentúa la situación de peligro por la aparición de elementos inesperados.
La multiplicidad desencadena una situación de entropía que obliga al sistema a evolucionar para conseguir un nuevo equilibrio que le mantenga estable.
Cuando el agente Smith es vencido, se convierte en una anomalía que acaba multiplicándose hasta ocupar Matrix casi en su totalidad. La pérdida de su identidad le lleva a la creencia de que podrá reafirmarse repitiéndose hasta el infinito.

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Fotogramas de «Matrix» y «Matrix reloaded» dirigidas por los hermanos Wachowski.

En «Carretera perdida», la duplicidad del personaje Renee/Alice, encarnado por Patricia Arquette, proporciona la clave para acceder a la trama de una historia enigmática y confusa, desarrollada en primera persona, del mismo modo que la experimenta su protagonista.
Renee y Alice son posibles en virtud de la personalidad disociada del personaje protagonizado por Bill Pullman, que necesita a ambas para desarrollar cada una de sus identidades.

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Fotogramas de «Carretera perdida» dirigida por David Lynch.

La memoria como vehículo de la temporalidad. Solaris. Memento. El maquinista. Amores perros.

La memoria es un elemento fundamental en la existencia, ya que nos permite valorar el pasado en el presente, para poder imaginar el futuro en el momento actual a través de la esperanza del porvenir.
La relación entre memoria y esperanza se desarrolla a partir de momentos vitales que van trazando la ruta de la existencia por medio de la elección como ejercicio de la libertad. Por ello, cuando la memoria se vuelve frágil, desaparece o se ve alterada por ciertas circunstancias, el futuro mismo también se desvanece porque no tiene ninguna necesidad de existir. Aparece la angustia de la incertidumbre, se crea una brecha en el tejido existencial y comprendemos que la temporalidad no depende exclusivamente de la voluntad individual.

En «Solaris» tienen lugar dos tipos de repetición. Una de carácter poético, que se manifiesta por la iteración de elementos acuáticos, su evolución y su interacción con la vegetación y otros materiales orgánicos. Otra de carácter argumental, como consecuencia del desarrollo de la trama.
Ambas hacen referencia a un tiempo absoluto que se reinventa perpetuamente a través de la recreación poética de la experiencia íntima. La vivencia individual necesita objetivarse para aspirar a la verdad y lo hace por medio de la memoria.
La materia orgánica que se mece agitada por el viento o por las oscilaciones del agua, parece tejer fragmentos de una memoria universal que se nutre de los recuerdos procedentes de la memoria íntima. Esta memoria universal también está presente en el océano de Solaris y asimismo necesita nutrirse de la experiencia individual. Por ello, extrae los recuerdos y elabora reproducciones de los seres que los habitan.
La memoria, nexo de unión con la realidad objetiva, se convierte, a nivel cósmico, en un objeto que sirve para crear una invención desarraigada y desprovista de sentido.

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Fotogramas de «Solaris» dirigida por Andréi Tarkovski.

El discurso temporal se desarrolla alimentándose de sucesos, personajes y de la interacción entre ambos. A través de la misma, es posible acceder al pasado, vinculándolo al presente, e imaginar el futuro. Sin embargo, para Leonard Shelby, protagonista de «Memento», la temporalidad se reinventa constantemente cada dos minutos. Todo vuelve a comenzar una y otra vez porque es incapaz de crear nuevos recuerdos. Una experiencia traumática hace que su vida quede dividida en un antes y un después carentes de continuidad.
La venganza es el motor a través del cual Leonard intenta vincular su existencia actual, sin memoria, con el recuerdo de su esposa muerta. La eterna repetición de instantes y situaciones, así como la reiterativa consulta de sus anotaciones, le permiten crear un frágil discurso temporal en el que el pasado siempre viaja a un presente fugaz y el futuro existe, únicamente, como consecuencia de explicaciones escritas en fotografías Polaroid o tatuadas en su propio cuerpo.

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Fotogramas de «Memento» dirigida por Christopher Nolan.

En la vida de Trevor Reznik, personaje protagonista de «El maquinista», hay un antes y un después marcados por un suceso que no recuerda, capaz de consumirle en una extrema delgadez y de impedir que concilie el sueño durante un año entero.
Su amnesia, unida a su decrépita situación física y al insomnio que padece, hacen que su vida se transforme en una alucinación en la que es imposible saber qué es real y qué paranoia.
En esta maraña existencial, la repetición aparece como medio para lograr recuperar el pasado, enmendar los errores y redimir una existencia baldía. El reloj digital que siempre marca la 1:30, las notas que un desconocido pone en la nevera de Trevor e Iván, un desagradable personaje solo visto por él, son señales recurrentes enviadas por su propia conciencia para acceder al pasado perdido, hacerlo presente y recuperar el futuro.

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Fotogramas de «El maquinista» dirigida por Brad Anderson.

En «Amores perros», tres historias diferentes se entrecruzan en un instante decisivo que marcará su devenir en una temporalidad común. El momento del choque es una síntesis en el presente del pasado, que se actualiza con la memoria, y del futuro que se retrotrae al ahora por medio de las elecciones llevadas a cabo por los protagonistas.
El objetivo de la repetición de este instante decisivo es doble. Por una parte, muestra cómo es vivido por los protagonistas de cada historia. Cada repetición ocurre con una duración diferente puesto que cada vida tiene un recorrido distinto, llega al evento de la colisión con una memoria subjetiva y las expectativas de futuro quedan definidas a partir de ese instante. La repetición, asimismo, remarca la intensidad del momento del choque, convirtiéndolo en un instante eterno que, irreversiblemente, cambia el modo en el que los afectados se relacionan con sus maneras de vivir, obligándoles a hacer balance. Se convierte en un punto de inflexión fundamental que les ofrece la posibilidad de recuperar su temporalidad y valorar nuevas opciones para su existencia.

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Fotogramas de «Amores perros» dirigida por Alejandro González Iñárritu.

Enlaces recomendados:
http://www.davidlynch.es/
Carretera perdida (una interpretación)
Carretera perdida en «La Habitación Nº 26».
Cómo ser John Malkovich en «cinetario.com».
«Memento» en blogdecine.com
«Solaris» en blogdecine.com
«Solaris» en «La linterna mágica»
«Solaris» en «Miradas de cine»
Tarkovski y el acto cinematográfico.
«Amores perros» en «Imagofagia»

2014

tejer

Mirar al pasado ayuda a imaginar el futuro. Si lo que vemos nos entristece, la nostalgia se apodera de nosotros y tendemos a creer que «cualquier tiempo pasado fue peor». Si nos alegramos de habitar el momento presente, a pesar de echar una ojeada a lo que ya pasó, nos proyectamos hacia el futuro y deseamos que suceda cuanto antes. No hay que olvidar que si vivimos en el ahora, aceptando el bagaje del ayer, somos dueños del mañana. Es una necedad sentarse a esperar que ocurra, ya que es tarea de cada uno construirlo. Empecemos enseguida, sin prisa.

Gracias a los lectores de vitaminagrafica durante el 2013 por estar ahí. Espero que continúen en el 2014. Mis mejores deseos para todos.

«Elegy» de Bill Douglas