Postales surrealistas V

Yayoi Kusama-Araña de dolor
Yayoi Kusama. «Chandelier of Grief». (2016). Acero, aluminio, espejo unidireccional, acrílico, araña, motor, plástico, LED. 353,8 x 556,3 x 481,8 cm. Gallery I, Victoria Miro. Londres.

Creía que la verdad era un modo de vida, una forma de enfrentarse a las personas, a las situaciones y a las cosas.
En su afán por vivir en la verdad, estudió medicina para poder desenmascarar las mentiras que el cuerpo expresa a través de la enfermedad. Bajo su punto de vista, existía una relación directa entre la falta de salud y la falsedad. Cuando enfermamos, alguien miente. Se puede engañar a los demás, pero no a la propia conciencia, que reacciona provocando algún achaque para restablecer el equilibrio y la salud. Puede ocurrir, también, que el cuerpo enferme con el fin de mostrar que, en su interior, hay algo que no funciona como debiera, es decir, no marcha de acuerdo con la verdad.
Sentía gran respeto por las pruebas diagnósticas más fiables, como la resonancia cerebral. Le admiraba la franqueza con la que se manifestaba el cerebro al ser escaneado. Pocas cosas resultaban tan reveladoras como los destellos de luz y color que alumbraban las zonas activas.
Leyó estudios que afirmaban que el cerebro de los perros se iluminaba al ver a sus dueños. Ella misma pudo comprobar que uno de sus pacientes mentía al detectar un incremento de la actividad cerebral en las regiones involucradas en la inhibición y el control. Resultaba irónico e inútil. Se precisaba la participación de varias zonas del cerebro para el complejo proceso de mentir. Tanto esfuerzo para construir algo ficticio que se derrumbaría instantáneamente a golpe de escáner.
Un día enfermó.
Para diagnosticar qué le pasaba, era preciso hacer una resonancia del cerebro.
Entró en el tubo desmoralizada y falta de confianza. El médico entabló conversación con ella para que olvidase donde estaba, lo que aportó datos inesperados acerca de la salud de su cerebro y de sí misma. Habló de su adolescencia y de su novio, de sus padres y de sus perros. De aquella vez que se cayó esquiando y permaneció atrapada en la nieve. En ningún momento se encendió el sistema paralímbico, gestor de las emociones. Habló de sentimientos y vivencias propias y fue el cerebro lógico el que se iluminó, mientras el emocional permaneció apagado.
La verdad en la que había vivido hasta entonces era mentira.
Las imágenes se agolpaban en su cabeza. Fragmentos deshilvanados de sus recuerdos bombardeaban su cerebro a modo de flashes.
– Adoro el olor a pastel de manzana y cuando mamá me cepillaba el pelo  -murmuró-. Tal vez aquello que pasó… hace ya 20 años. El dolor ha muerto. Yo lo enterré para siempre, aunque mi cerebro diga lo contrario.

Enlaces recomendados:
– Website oficial de Yayoi Kusama.

Postales surrealistas IV

Giorgio De Chirico-El regreso del poeta
Giorgio de Chirico. «El regreso del poeta». (1911). Colección particular.

Habían aparecido silenciosamente, sin llamar la atención.
No se asemejaban a las cámaras que, de un día para otro, cuelgan en lo alto de un mástil para vigilar los movimientos en las grandes urbes. Tampoco a las margaritas que florecen para engrosar un matorral ya existente. Daba la impresión de que habían emergido del interior de la tierra. Se erigían en llanuras, cerros, mesetas… vacíos, sin nada alrededor que difuminara su protagonismo. No habían suscitado reacción alguna porque nadie había reparado en ellas.
A los siete días de su aparición, una columna hueca, estrecha y alargada, crecía al lado de cada una de ellas, como a un metro de distancia. Se desconocía quién había ubicado las torres en los lugares donde estaban y cuál era la utilidad de la columna que las acompañaba.
Se diría que eran torreones cilíndricos de cuatro pisos de altura. Su circunferencia exterior estaba formada por columnas unidas entre sí por arcos de medio punto. Carecían de ventanas y su porte concluía coronado por una cúpula anaranjada. No se podría afirmar que fueran construcciones clásicas ni modernas. Más bien parecían silos que aspiraban a convertirse en campanarios románicos.
Ningún indicio mostraba que estuvieran habitadas. Solo se erguían silenciosas en su ubicación.
La vida seguía a su alrededor. Los transeúntes caminaban rápido con la mirada perdida en sus tribulaciones. Los que tenían trabajo acudían a desempeñarlo, los demás fingían estar ocupados. Las parejas se besaban en la sombra, los perros se revolcaban en la hierba y los niños iban al colegio, pero nadie se fijaba en las torres.
Un músico callejero apoyó su guitarra en la torre que ocupaba el antiguo solar del depósito de agua. Miró al cielo y vio que salía algo de la columna que estaba al lado. Era humo blanco. No, eran palabras hechas de humo blanco. Sorprendido, cogió su guitarra y comenzó a cantarlas. Un grupo se congregó alrededor a escuchar mientras se movían al ritmo de la música. Cuando terminó la canción, habían olvidado quiénes eran y adónde iban. Se sentían capaces de emprender cualquier reto. Percibían su entorno como algo hermoso, amigable, lleno de posibilidades.

2017

Guante de cetrería con reloj volador

El paso del tiempo es un reloj de múltiples esferas con diversas unidades de medida y diferentes mecanismos que marcan el cambio de un momento al siguiente. Este reloj gigantesco es capaz de medir segundos, instantes, recuerdos, horas, días, semanas, meses, trimestres, años… Como es un artefacto realmente prodigioso, posee la habilidad de contar el tiempo a distintos niveles.

Marca el tiempo que falta para que salga el tren, la hora de entrada al trabajo, la llegada del envío que esperábamos impacientemente o si hemos empleado demasiados minutos en acicalarnos para una cita a la llegaremos tarde. Mide cuántas horas perderemos en el atasco, en esa cena de compromiso o en convencernos de empezar a hacer algo aburrido pero necesario. Define cuánta vida le queda a Próxima Centauri, la distancia a la Nebulosa de Orión o la velocidad de giro de un electrón del átomo de Carbono.

Pese a ser fiable e implacable, este reloj puede expandir o encoger el tiempo. A veces los minutos parecen horas, los días instantes. Esa pareja que nos engañó hace años regresa al presente cuando nos sentimos inseguros y el nacimiento de un hijo borra los fracasos de ayer.

Aunque el paso del tiempo dicta la marcha de nuestras vidas, no puede imponer cómo hemos de experimentar cada momento. En nuestras manos está la capacidad de vivir cada etapa cómo se merece, cada acontecimiento por lo que es.

Aprender a valorar lo que vivamos y a luchar por lo que nos gustaría vivir es un buen propósito para empezar este año 2017 que acabamos de estrenar. Pongámonos a ello.